Memoria, pero también retorno a la vida sensorial de esos recuerdos. Las tres estaciones de este libro de León Plascencia Ñol las rige, no obstante la particularidad de la geografía y del paisaje de cada una de ellas, un mismo impulso: la aventura del lenguaje poético por retener -es decir, transfigurar su fugitiva verdad- algunos filones de la poesía de la vida.